“La escuela se convirtió en un innegable símbolo de los tiempos, en una metáfora del progreso, en una de las mayores construcciones de la modernidad”. (Pineau: 2001: 28-29)
No cabe duda que la educación como institución es innegablemente, el gran sustento y motor de las ideas que desde un principio forjaron a la modernidad, ideas que se asocian y dirigen principalmente hacia la conformación de un “Sujeto” o más bien individuo, que intrínsicamente y sirviéndose de sus propias capacidades posee las competencias necesarias para “progresar”. Progreso que se caracteriza por encontrarse íntimamente ligado y mediado por la razón. Por tanto, la Época Moderna se forja y/o articula mediante la premisa ilustrada, de la fe en la consolidación de un sujeto que intrínsicamente se encuentra apto para alcanzar, por medio de su razón, el progreso del conocimiento y el progreso moral de la humanidad. En conjetura, los ideales que se reconocen dentro de la sociedad moderna son aquellos que revindicaban
Ahora bien, se ilustrará una cita a partir de la cual, se explicita claramente como se manifiesta la modernidad dentro de la escuela: “Los objetivos fundamentales transversales (…) hacen referencia a las finalidades generales de la educación, vale decir, a los conocimientos, habilidades, actitudes, valores, conocimientos que se espera que los estudiantes desarrollen en el plano personal, intelectual, moral y social. Estos objetivos son asumidos por el currículum en su conjunto” (MINEDUC 1997). La cita corresponde al inicio del documento de los Objetivos Transversales para Educación Media, dentro del cual es posible reconocer claramente, la esencia de la idea moderna instaurada en la escuela. Lo que guarda absoluta relación además, con la innegable noción que existe acerca de la escuela como agente normalizador, en tanto es heredera de toda una tradición que la va sosteniendo como productora de sujetos ideales, es posible observar que como institución se sostiene en valores como la obediencia, conocimiento y reconocimiento de la autoridad, ser parte integrante de un sistema, pero sobre todo como sustento de ideas modernas de progreso. Y qué es posible hacer una vez que esta idea de obediencia ciega se convierte en algo dogmático débilmente fundamentadas en ideas impuestas ya sea por tradición y/o autoridad, y se convierten en ideas contradictorias. Son estos valores disfrazados de ideales progresistas los que se convierten en dogma impuestos y sostenidos en débiles bases los que provocan el deseo de transgresión y por ende el desorden por parte de sujetos que no quieren legitimar la autoridad que a la escuela se le ha sido otorgada. Un ejemplo de esto es el sentido de la disciplina que ha sido instaurado como factor de progreso, pero que sin duda ha generado sujetos que no le otorgan el valor y la prioridad que la sociedad moderna le ha otorgado.
En la actualidad el conocimiento abunda, no parece propiedad de algunos, la simultaneidad en la cual es entregada cada materia no parece una herramienta para ese progreso incumplido, así como tampoco es justo ver a todos como iguales sin dar espacio a nuevos saberes u otros modos pedagogista, no integradora.
Tomando los elementos expuestos con respecto al carácter dogmatico de la institución escolar, tomando la experiencia como estudiantes, tanto como aproximaciones a la labor pedagógica, cabe plantear interrogantes, referidas a cómo es posible cambiar el proceso educativo donde el modo de abordar la investigación educativa queda en el marco teórico, pues en la practica dista considerablemente en términos de dificultades para concretar objetivos que apunten a profundizar en mejoras en las practicas pedagógicas.
Plantear una nueva identidad pedagógica involucra tomar todos los elementos contradictorios que el aula conlleva, esto es comprender la existencia de sujetos diversos, pero que a su vez ingresan a un sistema que de un modo u otro tiene un objetivo común para esta serie de sujetos, aun considerando sus individualidades. Desde esta perspectiva, ¿Cómo es posible abordar la multiplicidad de situaciones que se conjugan en un reducto llamado sala de clases?. Puede ser una posible respuesta el pretender construir un espacio diferente, con un modo de aprendizaje distinto para cada relación dada entre una serie de sujetos ávidos de conocimientos no necesariamente jerarquizados ni predefinidos, desde esta perspectiva la existencia de herramientas como Marco Curricular, Objetivos Fundamentales y Contenidos Mínimos Obligatorios, resulta por lo menos cuestionables del modo en el cual se les conoce.
PINEAU, Pablo; DUSSEL, Inés y CARUSSO, M. (2001) La escuela como máquina de educar. Tres escritos sobre un proyecto de la modernidad. Bs.As: Paidós.