martes, 25 de noviembre de 2008

La Escuela Moderna Hoy

“La escuela se convirtió en un innegable símbolo de los tiempos, en una metáfora del progreso, en una de las mayores construcciones de la modernidad”. (Pineau: 2001: 28-29)

No cabe duda que la educación como institución es innegablemente, el gran sustento y motor de las ideas que desde un principio forjaron a la modernidad, ideas que se asocian y dirigen principalmente hacia la conformación de un “Sujeto” o más bien individuo, que intrínsicamente y sirviéndose de sus propias capacidades posee las competencias necesarias para “progresar”. Progreso que se caracteriza por encontrarse íntimamente ligado y mediado por la razón. Por tanto, la Época Moderna se forja y/o articula mediante la premisa ilustrada, de la fe en la consolidación de un sujeto que intrínsicamente se encuentra apto para alcanzar, por medio de su razón, el progreso del conocimiento y el progreso moral de la humanidad. En conjetura, los ideales que se reconocen dentro de la sociedad moderna son aquellos que revindicaban la Razón y la libertad. Situándonos dentro de este contexto y reconociendo a la institución escolar como el gran logro alcanzado por la modernidad, es imposible no reconocer dentro de su estructura un fiel reflejo de las premisas que forjaron desde un principio la Modernidad. A modo de ejemplo, es innegable el reconocimiento de elementos propios de la modernidad en el quehacer cotidiano de la institución escolar, en aspectos tan básicos como una simple evaluación como reflejo del mérito. Posiblemente, este procedimiento resulta tan naturalizado dentro del colectivo, que no genera mayor cuestionamiento por parte del sujeto. La escuela se encuentra tan instaurada y naturalizada dentro del colectivo histórico, que a simple vista resulta difícil asociarla a una cosmovisión que actualmente, se encuentra notoriamente resquebrajada, algunos autores definen nuestro actual contexto histórico como “Posmoderno” o “desmoderno”, y es en relación a las características que definen estos nuevos periodos históricos, que surge dentro de la institución escolar, una gran crisis, tras ser esta un fiel patrón reproductor del modelo moderno.

Ahora bien, se ilustrará una cita a partir de la cual, se explicita claramente como se manifiesta la modernidad dentro de la escuela: “Los objetivos fundamentales transversales (…) hacen referencia a las finalidades generales de la educación, vale decir, a los conocimientos, habilidades, actitudes, valores, conocimientos que se espera que los estudiantes desarrollen en el plano personal, intelectual, moral y social. Estos objetivos son asumidos por el currículum en su conjunto” (MINEDUC 1997). La cita corresponde al inicio del documento de los Objetivos Transversales para Educación Media, dentro del cual es posible reconocer claramente, la esencia de la idea moderna instaurada en la escuela. Lo que guarda absoluta relación además, con la innegable noción que existe acerca de la escuela como agente normalizador, en tanto es heredera de toda una tradición que la va sosteniendo como productora de sujetos ideales, es posible observar que como institución se sostiene en valores como la obediencia, conocimiento y reconocimiento de la autoridad, ser parte integrante de un sistema, pero sobre todo como sustento de ideas modernas de progreso. Y qué es posible hacer una vez que esta idea de obediencia ciega se convierte en algo dogmático débilmente fundamentadas en ideas impuestas ya sea por tradición y/o autoridad, y se convierten en ideas contradictorias. Son estos valores disfrazados de ideales progresistas los que se convierten en dogma impuestos y sostenidos en débiles bases los que provocan el deseo de transgresión y por ende el desorden por parte de sujetos que no quieren legitimar la autoridad que a la escuela se le ha sido otorgada. Un ejemplo de esto es el sentido de la disciplina que ha sido instaurado como factor de progreso, pero que sin duda ha generado sujetos que no le otorgan el valor y la prioridad que la sociedad moderna le ha otorgado.

En la actualidad el conocimiento abunda, no parece propiedad de algunos, la simultaneidad en la cual es entregada cada materia no parece una herramienta para ese progreso incumplido, así como tampoco es justo ver a todos como iguales sin dar espacio a nuevos saberes u otros modos pedagogista, no integradora.

Tomando los elementos expuestos con respecto al carácter dogmatico de la institución escolar, tomando la experiencia como estudiantes, tanto como aproximaciones a la labor pedagógica, cabe plantear interrogantes, referidas a cómo es posible cambiar el proceso educativo donde el modo de abordar la investigación educativa queda en el marco teórico, pues en la practica dista considerablemente en términos de dificultades para concretar objetivos que apunten a profundizar en mejoras en las practicas pedagógicas.

Plantear una nueva identidad pedagógica involucra tomar todos los elementos contradictorios que el aula conlleva, esto es comprender la existencia de sujetos diversos, pero que a su vez ingresan a un sistema que de un modo u otro tiene un objetivo común para esta serie de sujetos, aun considerando sus individualidades. Desde esta perspectiva, ¿Cómo es posible abordar la multiplicidad de situaciones que se conjugan en un reducto llamado sala de clases?. Puede ser una posible respuesta el pretender construir un espacio diferente, con un modo de aprendizaje distinto para cada relación dada entre una serie de sujetos ávidos de conocimientos no necesariamente jerarquizados ni predefinidos, desde esta perspectiva la existencia de herramientas como Marco Curricular, Objetivos Fundamentales y Contenidos Mínimos Obligatorios, resulta por lo menos cuestionables del modo en el cual se les conoce.

Mirando la escuela tal cual hoy en día y ante la imposibilidad de cambios profundos y substanciales es posible dejar la siguiente pregunta planteada ¿Hasta qué punto la imagen maternal y protector de la profesora o del profesor estricto e inquebrantable, como reflejo de su tiempo, seguirán siendo útiles en la Máquina de Educar?


PINEAU, Pablo; DUSSEL, Inés y CARUSSO, M. (2001) La escuela como máquina de educar. Tres escritos sobre un proyecto de la modernidad. Bs.As: Paidós.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Historia de los susurros en el aula

En el primer año todos los cursos se habían conformado por gente que no se conocía entre ellos, cuando pasaron a segundo año el colegio tomó la iniciativa de juntar a dos cursos en uno y ahí se conformaron grupos que marcaban mucho sus diferencias unas aceptadas otras ni tanto.

Había un grupo que era el de los desordenados, el líder del grupo era “el Huaso” quizás por qué le dirían así, tal vez porque le gustaba mucho molestar a los demás integrantes del curso.
Estaban los “ñoños” un grupo de varones que estaba formado por 6 chicos que se sentaban en la parte trasera de la sala, si bien no eran estudiantes de altas notas ellos siempre llevaban trabajos que hacían referencia a la tecnología, los videos juegos y la informática y su vida giraba en torno a eso, razón por la que le denominan “ñoños” por otro lado estaban “los raritos”, niñas y niños que les gustaba la animación japonesa y dibujaban habitualmente en su croquera y se caracterizaban por su llamativa mochila con accesorios, este grupito se juntaba mucho con “los ñoños”, existían también los “comunistas de mier…” a los que se les asignaba peyorativamente esa tendencia política solamente porque eran buenos para reclamar cuando con algo no estaban de acuerdo y también existía el grupo de las “niñas pinturitas” donde estaban las niñas bonitas, de música cebolla y de vestuario coqueto y muy femenino.

Dentro del curso había una niña de ascendencia venezolana a la que la molestaban diciéndole “la peruana”. A esta chica no la querían mucho en el curso porque nunca coincidió con los estereotipos de los grupos de amigos; para los chicos de los “comunistas de mierd…” esta niña no tenía “conciencia social” era “ignorante” y escuchaba pésima música. Las “pinturitas” no la aceptaban porque “era diferente” y “caía mal” de presencia. Tampoco era querida por el grupo ñoño “porque caía mal y era tonta”. En el grupo de las “raritas” era más tolerada, sólo porque había una niña que se juntaba con ella, pero hasta cierto punto era tolerada porque esta niña extranjera siempre llamaba la atención por algo que no era de agrado para ningún integrante del curso.

Ella, según algunos, se comportaba de manera infantil y según otros de manera tonta, siempre se encargaba de llamar la atención de los ñoños con pésimos chistes, comportándose de manera violenta con los más desordenados, queriendo “ser más bonita” cosa que no lograba según las pinturitas y en el grupo de “las raritas” tampoco encajaba porque además de no conocer el gusto que se compartía en el conjunto se burlaba; debido a esto el curso completo molestaba a esta niña llamándola “peruana”, pero no la ofendían porque fuera de otra nacionalidad o por razones xenófobas, sino que todas las cosas que hacía para llamar la atención era molesto y desagradable, pero en fin la denominaban de esa forma para expresarle su desprecio.


La reacción de los ex-compañeros sigue siendo la misma aún ya muchos años de esto.